Desistir de la carrera no hubiera tenido ningún impacto sin el suceso de acoso, (“Bullying”) detrás de la motivación; persecución, que se dio hacia un futuro colega por el menosprecio hacia una minoría, englobado en la inopia de cada uno de los que se ensañaron en ultrajar y vejar las particularidades de un ser humano, su vida y emociones. Estudiantes y docentes se encarnizaron.
En un estudio realizado por la Oficina Regional de Educación de la UNESCO para América Latina y el Caribe, en el año 2014, se da a conocer una cifra alarmante. Mary Guinn Delaney, (Asesora regional en Educación para la Salud de la Unesco para ámbitos escolares en Latinoamérica), revela que: “Al menos el 40 % de los homosexuales y el 65% de los transexuales de América Latina han sufrido violencia homofóbica en el ámbito escolar y añade que este tipo de violencia va más allá del convencional “bullying”, que termina conviertiéndose en violencia.1
El concepto del acosador escolar, en opinión de la investigadora de la Unesco, "genera la imagen de un matón y la homofobia tiene mucho más dimensiones" ya que va más allá del individuo y "corresponde a una dinámica y escala mucho más amplia". No es difícil deducir que la homofobia constituye un tipo de violencia física, psicológica y moral, que se constituye en "atentado" contra el derecho fundamental a la educación independientemente del grado académico que curse el individuo. Al dìa de hoy, la cifra va en aumento.
Si los pedagogos juegan un papel importante a la hora de infundir y atizar valores y tienen el deber de cortar situaciones de homofobia o transfobia (discriminación hacia las personas transexuales o transgénero), en un contexto escolar de niños a adolescentes, situémonos entonces a un nivel universitario y pensemos qué calificativo obtendríamos dar a los “profesionales de la Comunicación humana”, (grupo dentro del cual se ubican los Fonoaudiólogos y Terapeutas del Lenguaje, Logopedas, entre otras denominaciones), si son ellos los que promueven rechazo.
Es paradójico que profesionales cuyo objeto es “La comunicación humana”, para que un individuo se integre a la sociedad (entre otros accionares) y propender por su calidad de vida, protagonicen casos en los cuales se hace lo contrario; eliminar al sujeto de una colectividad.
¿Qué harìa excepcional caterva de profesionales si aparece en su consulta un miembro de la Comunidad LGBTI buscando sus servicios? Lo impugna?, lo excluye?, incita que colegas eludan por no ser “digno” de su atención?.
Si bien es cierto que la homofobia debe ser sancionada a partir de la creación del marco legal correspondiente a cada país, también lo es que debe instruir al ser humano para no segregar y que desde el punto de vista profesional se comience a asistir sin tipificaciones ni etiquetas que labran averías irremediables. Me refiero a la gran brecha que se abre al excluir poblaciones de su derecho a seguir los procesos profesionales.
A partir de este caso, real, donde es indudable la exclusión, me motivo a sumar a mi ejercicio profesional, hasta ahora encaminado al tratamiento de la voz hablada y cantada normal y patològica, la Feminización de la misma dirigida a la población transgènero, llamando la atenciòn a Profesionales en formación y en acción, con la confianza de ser el ladrillo sobre el cual se empiece a edificar la mansión que ofrezca albergue a todas las comunidades, minorías, para recibir la atención de salud y rehabilitación apropiadas, en el caso, por parte de Terapeutas del Lenguaje.
Partiendo de una necesidad pero ante todo del derecho que tienen los seres humanos a ser asistidos, escuchados, atendidos y con base en la experiencia de tantos años, me sumo a implementar la pràctica y en todo caso, a asumir tareas directas en adecuar las características vocales a un nuevo estilo de vida de quien se ha sometido al cambio de gènero y espera, desde todas las esferas, ser parte del entorno en que vive.